En el programa de EnComunicación de esta semana, he hablado sobre la importancia de las promesas y su valor comunicativo.
La persona que promete se “compromete” a realizar algo en el futuro. A partir de esta situación es desde donde se pueden hacer planes y tomar previsiones en lo que se refiere a la vida personal, las funciones profesionales, las tareas empresariales….
Precisamente por esto, considero que el acto de prometer es uno de los que más vinculan a las personas. Es la palabra que damos al otro de que vamos a cumplir con lo que decimos. Esta palabra se convierte en compromiso generando confianza y credibilidad, términos muy relacionados con la reputación.
Nos damos cuenta del valor de una promesa cuando ésta no se cumple o cuando se produce cualquier desviación que consideramos importante respecto a lo prometido. Y esto puede convertirse en una de las mayores fuentes de conflictos personales, profesionales, políticos y hasta organizacionales.
¿Por qué?
Porque la falta de cumplimiento y de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace crea desconfianza, ambigüedad, confusión y daña considerablemente las relaciones.
Según la perspectiva del coaching ontológico, a través del lenguaje se “crean” y coordinan acciones y éstas producen un resultado. Sobre este tema, Leonardo Wolk, en su libro “Coaching: el arte de soplar brasas”, habla de los compromisos conversacionales reflejados en las promesas, las peticiones y los ofrecimientos. Menciona que en estos actos de comunicación el compromiso que surge es de quien habla y también es de quien escucha.
En una promesa se diferencian dos momentos: uno al hacer la promesa, al decirla, y otro al cumplirla.
Además, en una conversación donde esté presente una promesa tendremos dos escenarios posibles para los interlocutores:
• la persona que habla promete algo a la persona que escucha y ésta puede o no aceptar; y
• la persona que habla pide una promesa a la que escucha y ésta también puede o no aceptar.
Esto último lo explico con varios ejemplos que comentamos en el programa.
Me parece muy importante tratar el valor comunicacional de la promesa de forma explícita. Porque a veces no estamos hablando propiamente de promesas, sino de declaraciones o intenciones de hacer algo.
Cuando asumimos una declaración como promesa, suponemos que la otra persona se ha comprometido. Pero al no haberlo verificado, se pueden presentar situaciones desagradables ante ese incumplimiento o no satisfacción de las condiciones que nosotros habíamos asumido como “prometidas”.
En comunicación resulta clave diferenciar qué son promesas, qué son declaraciones de intenciones y qué son suposiciones que nos hacemos sobre lo que dice la otra persona.
Estos factores producen los mayores problemas de comunicación que pueden derivar en otro tipo de conflictos. De ahí la importancia de valorar exactamente qué prometemos, cómo lo prometemos y en qué tiempo lo vamos a cumplir. Esto tiene su reflejo legal en la redacción de contratos y también en cualquier negociación, en la que las partes acuerdan los términos y se comprometen a cumplirlos en las condiciones aceptadas.
La promesa como acto de comunicación no sólo incide en aspectos legales, sino también en lo que se refiere a la reputación de las organizaciones.
Como ejemplo de las confusiones que se pueden producir al hablar de promesas, de declaración de intenciones o de lo que pensamos que son las promesas en el ámbito de la organización, podemos ver la situación de Apple en la presentación que la BBC hace sobre esta empresa y sus proveedores en Asia.
En el reciente documental titulado “Promesas incumplidas de Apple” la BBC denuncia malas condiciones laborales en algunos de los proveedores de Apple. Esto provocó la respuesta de los altos directivos de la empresa en un comunicado en el diario The Telegraph del que quiero destacar especialmente esta frase“…We will not rest until every person in our supply chain is treated with the respect and dignity they deserve,” – (no descansaremos hasta que cualquier persona de nuestra cadena de suministros sea tratada con el respeto y la dignidad que se merece) remitiendo a la información sobre el programa de Responsabilidad de los proveedores en la página web corporativa.
Aquí personalmente observo este hecho. Una buena declaración de intenciones –por el tono en que está escrita- puede ser “interpretada” o “asumida” como “promesa” de Apple para controlar estas situaciones laborales en pos de la dignidad laboral de la persona. Ahora bien, esto excede a las posibilidades reales de Apple para controlar absolutamente situaciones en cuanto a gobiernos, leyes y políticas laborales de los países donde se fabrican sus productos.
Estaríamos, así, ante un escenario de buenas intenciones, no de promesas.
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