En la primera Píldora de inspiración de este año nos adentramos en conocer algunos aspectos del sentimiento de la felicidad relacionados con el cerebro, ese maravilloso y complejo órgano vital que supone una parte del “hardware” y del “software” de nuestro cuerpo.
Si buscamos en Google la palabra “Felicidad” aparecen 183 millones de referencias, sólo en español. Pero, no sólo es una palabra muy buscada, sino que es, tal vez, una de las máximas aspiraciones que tenemos como seres humanos: ser felices.
Desde el punto de vista de la neurociencia y la biología, en el cerebro tenemos unos químicos naturales: las hormonas. Cuatro de ellas se relacionan especialmente con la felicidad.
La investigadora Loretta G. Breuning, autora del libro “Hábitos de un cerebro feliz», explica que cuando el cerebro emite uno de estos químicos, nos sentimos bien.
Veamos cuáles son:
– La dopamina. Nos proporciona la alegría y la energía necesarias para encontrar o lograr lo que estamos buscando. Supone una fuerza de motivación en tareas que implican mucho esfuerzo.
Se activa cuando damos el primer paso hacia un objetivo y cuando lo vemos realizado.
¿Cómo podemos elevar su nivel en el organismo? Estableciendo pequeñas etapas a realizar, que iremos celebrando a medida que logramos su cumplimiento, además de agradecer todo lo bueno que tenemos en nuestra vida.
– La endorfina actúa como un calmante natural ante el dolor, sea físico o emocional, y nos permite continuar adelante. A veces también produce cierta euforia
Sonreír, bailar, cantar o trabajar en buena sintonía con otras personas incrementa los niveles de esta hormona. Además, estas acciones nos ayudan a reforzar los lazos sociales y aumentar la tolerancia al dolor o al sufrimiento.
– La oxitocina está vinculada a nuestra afectividad y también al sentido de pertenencia a un grupo. Se la relaciona y mucho con el instinto maternal.
Desde tiempos prehistóricos, la vinculación social es vital para la supervivencia porque favorece la reproducción y la protección contra los depredadores y los cambios medioambientales.
Esta hormona se genera en la relación de confianza con otras personas.
– Por último, la serotonina facilita la sensación de paz y seguridad que experimentamos al ser respetados por los demás.
La ausencia de serotonina genera depresión o soledad. De ahí que sea muy importante para aumentar su presencia, recordar momentos felices, hablar con un familiar querido o una persona amiga. También ayudan pequeñas gratificaciones como tomar el sol, recibir tratamientos corporales suaves y hacer ejercicio físico. La serotonina fluye cuando nos sentimos valorados o estamos en posición de liderazgo.
Estas hormonas son controladas por nuestro sistema emocional. Se activan cuando el cerebro detecta algún estímulo positivo, algo bueno para la supervivencia y se desactivan después que se cumplió ese propósito.
Esto lleva a pensar que somos capaces de cambiar nuestro estado emocional y alcanzar un grado elevado de satisfacción y vivencias positivas. Podemos –con nuestros pensamientos y actitudes- encontrar un camino hacia la felicidad sin que haya un estímulo exterior.
Extraordinario, ¿verdad?…Todo un gran reto…!!!
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